miércoles, 21 de enero de 2015

En busca de la felicidad


Así me encuentro. Descubriendo los secretos de la vida predicados por nuestros padres, abuelos, y bisabuelos. Lo esencial, tan evidente a sus ojos, y tan lejano a los míos y mis pretensiones, que siento la vergüenza del que ha tenido una montaña delante y ha sido incapaz de verla. Y en el trayecto de la búsqueda constante de lo que significa ser feliz no me di cuenta, ¡ciega de mí! que la respuesta ya estaba escrita por nuestros ancestros mucho antes de que ni siquiera ellos nacieran. Que era tan sencilla e insultantemente obvia, que he tenido que darle la mano con la cabeza gacha, con rubor en las mejillas pues no estaba en las montañas, ni en los mares, ni encerrada bajo llave. No estaba encriptada ni codificada. No formaba parte de ningún secreto de Estado. Era llana y simple. Tan terriblemente poética y abrumadora como efímera. Te la encuentras haciendo la compra, en el sofá, en el coche o en el trabajo. Dura unos segundos, unos instantes deliciosos que te retuercen las entrañas y luego, se va. Pero no la busques porque no estará allí. Ni en la compra, ni el sofá, ni el coche o el trabajo. Es como aquella palabra que se te queda en los labios y piensas y piensas y buscas y no se pronuncia. Y mientras cocinas, espumadera en mano, de repente estalla y escapa por una rendija con la fuerza de un ciclón.

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